
La Tlanchana: Sirena de Amor y Venganza en las Aguas Encantadas de Almoloya del Río y del Valle de Toluca
Almoloya del Río, Estado de México, 7 de octubre de 2025** – Frente a la laguna que guarda los ecos del pasado, una escultura se erige no solo como obra de arte, sino como testigo vivo de memorias ancestrales. Cada escama azulada, cada pétalo de cempasúchil tallado con maestría, parece murmurar que el agua oculta secretos profundos… y que el amor, incluso más allá de la muerte, continúa surcando las corrientes invisibles entre los vivos.
En el corazón del Valle de Toluca, comunidades como Almoloya del Río, San Mateo Atenco, San Antonio la Isla y Metepec custodian el mito de la Tlanchana –o Clanchana–, una figura mítica mitad mujer y mitad pez, con raíces en las tradiciones indígenas matlazincas y totonacas, enriquecida por influencias mestizas durante la Colonia.
Esta sirena, a menudo representada como una deidad acuática ligada a la fertilidad, la vida y la muerte, ha inspirado leyendas que se transmiten de generación en generación, evocando tanto pasión como advertencia.
Relatos de Pasión y Metamorfosis
Las narraciones giran en torno a un romance prohibido: la Tlanchana habita las profundidades de la laguna, seduciendo con su canto hipnótico a un joven del pueblo, quien carga con una deformidad o impedimento físico –quizá le falte un pie, o porte una transformación misteriosa que lo aísla de los mortales.
En versiones variadas, el enamorado la invita a una vida en tierra firme, la persuade con promesas de amor eterno o incluso la rapta en un arrebato de deseo. Pero el destino interviene: ocurre una metamorfosis inevitable. El joven se convierte en sireno con cola de pez o en una serpiente escamosa; ella, a su vez, sufre cambios que la atan aún más al elemento acuático, simbolizando la fusión imposible entre lo humano y lo divino.
Estos cuentos, con ecos prehispánicos que datan de antes de la conquista mexica en el fértil Valle Matlazinca, subrayan temas de aceptación, deseo y la fragilidad de los lazos terrenales.
Castigos Divinos y Ecos en la Piedra
La tragedia culmina con la muerte del joven, a menudo a manos de cazadores envidiosos o por un capricho del destino. Sobrevive la Tlanchana, desatando su ira en forma de catástrofes: subidas repentinas de las aguas, inundaciones devastadoras, pérdidas de ganado o vidas humanas arrastradas por la furia del agua. En algunos relatos, desaparece para siempre, dejando su visión como un presagio grabado en la mente de testigos afortunados –o malditos– que la atisban en noches de luna llena.
La evidencia tangible de este mito perdura en las fachadas y ornamentaciones de iglesias del siglo XVIII en la región, donde figuras de sirenas talladas en piedra sirven como recordatorio de las fuerzas sobrenaturales que gobernaban los lagos y manantiales.
Muchas versiones anclan la leyenda en la laguna de Chignahuapan, en Almoloya del Río –un cuerpo de agua sagrado que, junto con antiguos ojos de agua, se ha secado progresivamente por el consumo hídrico hacia la Ciudad de México–, o en los humedales perdidos del valle.
Hoy, la Tlanchana no es solo un susurro del folklore: es un llamado a preservar la memoria cultural y ecológica de estas tierras. Como bien captura la fotografía de Oscar Galán, su imagen perdura, invitándonos a reflexionar sobre los amores que trascienden la muerte y los secretos que el agua aún guarda.